
Victor Martir
Director del centro educativo Aníbal Ponce
Presidente de la Asociación Nacional de DIrectores de la República Dominicana (ASONADEDI-RD)
Con este escrito, quiero rescatar algo que escribí por allá, en el año 2013, denominado El Maestro en República Dominicana. Aclaro que lo hago desde mi experiencia, soy un director de Jornada Regular.
Escribo, en esta ocasión, sobre la Jornada Regular versus Jornada Escolar Extendida (JEE) y la falsa percepción de una Jornada «Regular» más ligera, lógicamente, desde mi perspectiva.
A primera vista, la Jornada Escolar Extendida (JEE), con sus 1,528 horas anuales para estudiantes y una jornada laboral docente formal de 8 horas diarias, parece la más exigente. Sin embargo, este dato oculta una realidad laboral más precaria y complicada para el docente de la jornada regular.
La práctica común y extendida en el sistema es que un docente de jornada regular trabaje dos tandas (matutina y vespertina, o combinada con nocturna) para alcanzar un salario «digno». Pero en la práctica, esto duplica su carga. Llegando, algunos docentes, a laborar en la mañana en el sector privado, en las tardes y noches en el sector público, si, así mismo, 3 tandas.
Un docente de primaria regular en una tanda trabaja 955 horas/año. Al laborar en dos tandas, su total asciende a 1,910 horas/año. Esta cifra no solo supera las 1,528 horas de la JEE, sino que lo hace sin la estructura, el almuerzo, la merienda y los recursos de apoyo que, en teoría, la JEE debería garantizar.
El docente de «jornada regular» enfrenta una sobrecarga superior en tiempo efectivo, con el agravante de un desgaste por el desplazamiento entre centros, la fragmentación de su día laboral con diferentes grupos de estudiantes e incluso compañeros/as de trabajo.
Ambos modelos, en la práctica, generan una severa sobrecarga para el personal docente, personal administrativo, de apoyo y equipo directivo en general.
En la Jornada Escolar Extendida (JEE), la Ordenanza 02-2019 establece 7.5 horas semanales «no lectivas» para un cúmulo de tareas indispensables, como lo son:
- Trabajar en la planificación y elaboración de recursos didácticos.
- la corrección de los trabajos, evaluaciones y manejo del/los registro/s de grado/s.
- Atención personalizada a familias.
- Capacitación continua y trabajo colaborativo.
- Entre otras situaciones cotidianas
Es material y humanamente imposible realizar todas estas tareas de forma efectiva en solo 1.5 horas al día, que incluye ir al baño. Esto obliga al docente a llevarse trabajo a su casa, extendiendo su jornada laboral de manera no remunerada y generando un alto nivel de estrés y agotamiento. La modalidad Técnico-Profesional y en Artes, que requieren planificación de talleres prácticos, gestión de insumos y proyectos complejos, ven esta insuficiencia de tiempo magnificada.
En la Jornada Regular (doble tanda), la situación es aún más crítica. El docente que trabaja en dos tandas prácticamente carece de tiempo no lectivo dentro de su horario laboral. Su día consiste en una sucesión continua de docencia directa, sin espacios para la planificación, la colaboración con colegas o la preparación de materiales. Toda la carga de preparación se desplaza íntegramente al ámbito personal y al tiempo de descanso, haciendo insostenible mantener una «alta calidad pedagógica».
La carga laboral no es homogénea entre niveles. Un docente del Nivel Inicial o del primer ciclo de Primaria enfrenta una demanda física y emocional altísima. Su labor no solo es académica, sino que implica cuidado, desarrollo de la motricidad, gestión de la conducta y una atención individualizada constante. A pesar de esta complejidad, la estructura horaria no reconoce esta «carga invisible», asignando el mismo tiempo no lectivo que a otros niveles y modalidades que, si bien son complejos, tienen dinámicas distintas.
La gestión de un centro educativo en JEE implica una operatividad de 8 horas continuas, lo que dispara la carga sobre los equipos directivos. La supervisión del desayuno, el almuerzo, «los talleres», donde los hay, si es que hay. ¡ay! Ahí hay un pequeño lío, y las 8 horas de docencia, junto a las tareas administrativas, excede con creces las capacidades de la estructura de personal actual, especialmente en centros grandes.
Todo esto deja entrever que nuestro amado sistema educativo, ha normalizado el agotamiento, pero nos imparten talleres para prevenir el bournout.
Los documentos oficiales establecen un horario que, al ser contrastado con la realidad operativa, demuestra una sobrecarga sistémica y normalizada.
El modelo de la Jornada Escolar Extendida (JEE), aunque bien intencionado, subestima drásticamente el tiempo necesario para las tareas pedagógicas no lectivas, condenando a sus docentes a una jornada laboral que excede las 8 horas reglamentarias, ya conocemos el meneo de los talleristas.
El modelo de Jornada Regular, por la necesidad económica que empuja a los docentes a asumir una doble tanda, crea jornadas laborales más largas y fragmentadas que las de la JEE, con una casi total ausencia de tiempo para la preparación.
En conclusión, por hoy, ambos sistemas, en su aplicación real, imponen una carga insostenible sobre directores, docentes y todo el personal que brinda el servicio en la comunidad educativa de cada sector. Es imperativo y urgente una revisión de la distribución del tiempo que reconozca la verdadera dimensión del trabajo pedagógico. De lo contrario, seguiremos teniendo un personal educativo agotado y por ende, aburrido, lo que impacta directamente en la calidad de la educación que reciben nuestros estudiantes.
“La calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes”. Michael Barber y Mona Mourshed. Informe McKinsey, 2007.
¡Seguimos! ¡Seguiremos!

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