Por: Carlos Ml. Francisco Desde hace varios años, se le ha hecho creer a la sociedad dominicana que los docentes ganan un salario de lujo y aparentemente hasta muchos docentes lo han creído. El trabajo del docente es cada día más complejo, sin importar la categoría que tenga dentro del sistema educativo, esto se evidencia con la exigencia constante de formación continua, la cantidad de informes que se solicitan permanentemente, el sin número de actividades simultáneas que deben realizar, entre muchas cosas más. La verdad que la mayoría de los docentes deben dedicar muchas horas adicionales para poder cumplir con su labor de manera efectiva y de calidad. Además de lo mencionado, si ese docente es director de centro educativo, se le suma que también es administrativo; lo que viene a hacer mucho más compleja su labor dado que es quien garantiza que las “operaciones” educativas puedan completarse en cada unidad de aprendizaje (aula) del país. Los técnicos docentes no son la excepción, son ese soporte entre las unidades superiores y la escuela, son los asesores y fungen también como enviados para supervisar y acompañar las actividades del centro y que estas estén apegadas a los lineamientos establecidos. Según encuestas realizadas por la Asociación Dominicana de Directores de Centros Educativos ASONADEDI-RD, el 62% de los directores tiene como último título de estudio, al menos uno superior a la licenciatura, además de que una gran parte ha asistido a la escuela de directores, lo que indica que va en aumento la capacitación constante de los maestros. A todo lo mencionado, debemos agregarle el mito instaurado por algunos organismos ANTIDOCENTES que le “achacan” la baja calidad educativa del país a la enseñanza deficiente de los maestros; obviando el mal sistémico que afecta la educación dominicana, en donde la improvisación, mala distribución de los recursos, autoritarismo, ejecución de medidas basadas en políticas del partido de gobierno, falta de continuidad real de los planes a largo y mediano plazo, sobrepoblación de las aulas, inversión desmedida en publicidad y medios de comunicación, en vez invertir en la escuela y sus actores, entre otras muchas más. A pesar de que hay razones más que suficiente para justificar un aumento salarial general de no menos de un 40% debido a que hace casi 5 años que no reciben los docentes esta pequeña bendición, y que, existen sobradas razones para aplicar un 60% de incentivo por complejidad en el cago para los directores (el cual vendría a alivianar la pesada carga de los docentes para mantener sus familias) el ministro de educación Roberto Fulcar simplemente dice “No hay dinero para aumentar más de un 7%”sabiendo que este diminuto aumento se desaparecería entre impuestos, seguro, AFP, etc. Mientras que, a los directores, su mano ejecutora y la primera cara que ve la comunidad en la escuela, no se evidencia la más mínima intención de agregarlos en esta importante reivindicación laboral, dejando una vez más, cortas las aspiraciones de los maestros e inexistente la esperanza del director de por fin ser tomado en cuenta y valorado. Cabe resaltar que la situación actual no es culpa solo del MINERD, la ADP en su momento firmó un acuerdo sin montos ni métodos de aplicación y para colmo de males, cuando se denunció que el MINERD no había colocado en el presupuesto del ministerio dichos fondos para el año 2022, a nadie pareció preocuparle la situación. Ahora el MINERD ha puesto al gremio magisterial entre la espada (la sociedad) que será usada por el ministerio para continuar desacreditando la labor de los docentes y atacarlos, acusándolos de querer desestabilizar y atrasar el país en caso de paro de labores, y la pared (los maestros) que son agudos en sus críticas cuando no ven cumplidas las expectativas sobre dicho aumento.